Estimadxs colegas, La Sra. Sarojadevi (37 años) vive en un cuartel de la plantación de Mausawa, en el distrito de Kandy (Sri Lanka), con su marido y sus cinco hijos. La familia solía ganarse la vida trabajando en la plantación por hasta 1.000 rupias (5 dólares) al día. Tras el cierre provocado por la pandemia, perdieron lo poco que ganaban con su duro trabajo en condiciones de explotación. Contando sus experiencias del cierre, dice: “Pensé que con el toque de queda levantado en uno o dos días todo estaría bien. Como las escuelas estaban cerradas, nos confinaron en nuestra pequeña casa de 3 x 3,4 m² junto con todos los niños. Me quedaban 2.000 rupias (10 dólares) y algunas reservas de comida. Pero el encierro, que pensé que terminaría pronto, se prolongó, dejándonos en la inseguridad alimentaria”. Sarojadevi es dalit y pertenece a las comunidades discriminadas por el trabajo y la ascendencia (CDWD – por sus siglas en inglés). La pandemia de COVID-19 sorprendió al mundo por su rápida propagación y su impacto. Al ser una enfermedad, el COVID-19 ha puesto al descubierto las feas consecuencias de las desigualdades socioeconómicas, civiles y medioambientales existentes que afectan a las mujeres, ya sometidas a diversas formas de discriminación. Mientras que las mujeres en general se enfrentan a la pérdida masiva de puestos de trabajo en el sector informal, al aumento de la violencia doméstica, al incremento de la pobreza, el hambre y las desigualdades, las mujeres con doble y múltiple discriminación se enfrentan a dificultades aún más extremas, además de las muertes y enfermedades que ha provocado el virus. El GCAP realizó este año un estudio global sobre “No dejar a ninguna mujer atrás – El impacto de COVID-19 en las mujeres y niñas que se enfrentan a la discriminación múltiple.” que recoge varios casos como el de la Sra. Sarojadevi. El estudio consta de cuatro documentos disponibles en inglés: |